El 1 de febrero del 2015, el instituto Gregorio Marañón de Caminomorisco, organiza la III ruta del Valle del Esperabán; con dos posibilidades: una ruta larga (18 kilómetros) de dificultad media-alta, y otra corta (11 kilómetros) de dificultad media-baja, ambas señalizadas.
Una ruta inédita, de leyenda, donde la magia y el misterio te acompañan durante todo el trayecto, dentro de una comarca que con su tosca belleza, parece haberse detenido en la historia, y con un paisaje que como diría Miguel de Unamuno: “ni pintado por un pintor”. ¡Disfruta desde el principio, no tengas la intención de llegar!
Un recorrido circular, en el que partimos de la alquería de El Castillo, para volver a ella 6 horas después, diseñado para aquellos que aborrecen la masificación y el estruendo.
En este viaje, veremos Las Hurdes tal cual son, sin aditivos. ¡Aprovecha este descanso activo, goza del silencio que te permitirá escuchar todos los secretos que poseen Las Hurdes!

Todo un éxito en anteriores ediciones
Recorreremos el Valle del Rio Esperabán o Rio del Gavilán, uno de los más emblemáticos de la comarca. En los 18 kilómetros de su longitud, desciende, desde la sierra de La Bolla hasta desembocar en el Rio de los Ángeles, por un ancho valle en el cual se asientan algunas de las alquerías hurdanas más bellas y representativas como El Castillo.
El Castillo, situada en la cúspide de la elevada Sierra del Caballo, con sus casas íntegramente de pizarra, escasos ventanales y anchos muros. Pasearemos por sus callejuelas estrechas y retorcidas, saludando a “los castillejos”, a los que no les falta un comentario amable cuando te cruzas con ellos, y después de tomar un chocolate con churros, a las 9 de la mañana partiremos.
Poco a poco, con sosiego, iremos adentrándonos en un mundo diferente, en una tierra parda, casi primitiva, invadida toda por una selva baja de jara, brezo, zarzamora, rosal silvestre…Con la belleza de sus valles da la impresión que se resiste a ser ignorada.
Volviendo a Miguel de Unamuno, diría: “Iremos adentrándonos en el corazón de España”
El sendero se va empinando hasta llegar al Valle del Guijarro Blanco, donde se encuentra nuestra singular y centenaria madroñera.
Llegamos a “La Cachorrilla” o La Zambrana. Un rincón especial. Un ejemplo de la vegetación autóctona de robles, encinas, madroños… La Zambrana nunca se seca.

Aunque tímidos, con un poco de suerte podremos avistar las monteses en nuestra subida a la Boya
Aquí, donde La Zambrana y El Esperabán se unen, el paisaje es soberbio.
Podemos adentrarnos, en la cueva de Riscoventana, que, como no, está aderezada de fantasías, tesoros y fábulas. Su entrada está vigilada por una culebra. ¡Cuidado! No entres en ella si la serpiente está despierta.
Si no podemos coger el tesoro, da igual, el verdadero tesoro está en el camino que llevamos.
Y así llegamos a la vertiente norte de la umbría del Castillo, a los primeros petroglifos: “el tesito de los cuchillos”. También llamado “las pisas de los moros”, quizás porque, según cuenta la leyenda, por aquí corretearon los moros en su destierro a Portugal, o porque según otros, fue el paso de los berberiscos de las Alpujarras granadinas a Las Batuecas, donde quedaban recluidos después de la reconquista.
Uno de los más importantes petroglifos de la comarca, muy bien conservado, que puede datarse del final del bronce y principios del hierro (entre el 1100 y el 700 a.C. aproximadamente). En él, nuestros antepasados dejaron constancia de su expresión artística. Se aprecia un arco, una hoz, y un buen número de armas, en su mayoría espadas, y una inscripción que podría decir: “guárdate de mis armas”.
Continuamos ascendiendo al Puerto Nuevo de Castilla, hasta coronar el monte de La Bolla, donde está el límite de Castilla-León. Las vistas son espectaculares: Granadilla, Gata, Ciudad Rodrigo y hasta Portugal.
Estamos en la cima, alejados de la tierra. Un brindis para el que encuentre los 100 carros de oro que se hallan por aquí enterrados. Tesoros y moros, permanentemente conectados con Las Hurdes.

Camino Viejo de Castilla, parajes que no nos dejaran imparciales ante la belleza
Comenzamos el descenso. Una parte de la senda discurre por el Antiguo Camino de Castilla, un camino histórico que guarda un gran legado cultural. A Castilla llevaban los hurdanos sus cantares, cuentos y leyendas y traían otros nuevos.
También por este camino irían tamborileros hurdanos para contactar con los salmantinos; igualmente los castellanos lo recorrieron para buscar en Las Hurdes los remedios caseros que mitigaran sus dolencias.
Tras pasar los segundos petroglifos, llegamos a Las Erias, antiguas Heridas (las). Pueblo de origen prehistórico, al cual se accede a través de un arco similar a los amurallados árabes. En el centro nos encontramos con una pequeña y bella plaza, donde se reunían los vecinos a tratar “sus asuntos”.
Pasea tranquilo por sus calles, imprégnate del olor a pueblo, del humo de las chimeneas que calientan los hogares.
Seguimos el descenso y regresamos a El Castillo, donde nos espera un caliente caldo y unas exquisitas migas.
Llegamos al final de este viaje, que comenzó con inquietud y acaba con melancolía.
Esperamos que hayáis disfrutado de un trocito de esta tierra, con toda la cautela y cariño que se merece, que la única huella que hayáis dejado sea la de vuestros pies.
Muchos vienen de fuera expresamente para hacer esta ruta, a ellos, Ramajal Rural, les hará, además de algunos detalles, un 10% de descuento.

las Hurdes tierra indómita
Entre otras cosas, os recomendamos: zapatos de montaña, ropa deportiva y cómoda, prendas de abrigo, no perder nunca el sendero y sobre todo, una mochila que irá llena de agua y comida y volverá llena del momento más bello de un viaje: su recuerdo.
En homenaje a estos parajes y a otro como ellos, nos despedimos con este proverbio indígena:
“El día que hayáis envenenado el último río,
Abatido el último árbol,
Y asesinado el último animal,
Os daréis cuenta que el dinero no se puede comer”
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